Noah. No lo dice a propósito. De hecho, ni siquiera lo dice. “¿Noah? ¿Noah Bennet?” Llega flotando desde algún rincón del despacho, voz modulada y exudando sarcasmo por los cuatro costados.
Bennet pone los ojos en blanco incluso antes de que Claude aparezca, sosteniendo su carnet de identidad entre dos dedos, sentado encima de la mesa. De su
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